Fuhrmann, Josef
*
20.03.1913, ?
†
1.09.1946, Krivoi Rog (Russisches KZ-Vernichtungslager)
Pfarrer. Märtyrer. Kreisvikar von
Schwiebus (Züllichau).
PW 5.04.1936
Trotz Erkrankung und eines Herzleidens, musste er als
Zwangsarbeiter schwerste Arbeit verrichten. Mit erfronen, eiternden Beinen. Bis
zur Vernichtung.
"Wer hier in Rußland war, der all seine Schuld gesühnt".
El 12 de Febrero de
1945 se encontraron el coadjutor Gerhard Ulbrich de Drossen, a quien los rusos
obligaron a trabajar como campesino, y su colega el vicario Josef Fuhrrmann, en
Pinow. A partir de este encuentro, los sacerdotes Ulbrich y Fuhrmann pidieron
cada día al Señor la merced de quedarse juntos para siempre. Este ruego
fraternal se cumplió.
Pasando por Reppen‑Posen‑Brest-Litowsk‑Kowel,
llegaron en un transporte a Krivoi Rog, en Ucrania, donde los emplearon como
trabajadores en obras de reconstrucción, y aunque ambos sufrían ataques de
cardiopatía trabajaban sin descanso. De vez en cuando, los dos sacerdotes
reunían a los demás prisioneros católicos para rezar a hurtadillas. Hasta tres
veces pudieron administrar el bautismo.
Más tarde, Josef
Fuhrmann fue trasladado a un grupo, en el que tenía que arrastrar vagonetas,
mientras que Ulbrich trasportaba en grandes furgones los ladrillos del horno de
una fábrica. De vez en cuando Fuhrmann se veía obligado a suspender el trabajo,
aunque por muy poco tiempo, ya que en sus pies aparecían síntomas de congelación
que se convertían en burbujas de pus. En el mismo año tuvo que marcharse al
Hospital General, pues los ataques de cardiopatía eran cada vez más intensos.
Pero Dios permitió que su cama estuviese al lado de la de Ulbrich que había
llegado al Hospital poco antes. Tuvo que volver al campamento aunque los médicos
certificaron que sólo podía desempeñar trabajos ligeros. Entretanto se esparció
el rumor de que en Septiembre se andaría un transporte de enfermos a Alemania
así pues, conversaciones de ambos sacerdotes se desarrollaban en torno a los
mismos temas: "Patria, madre, hermanos y cura de almas...”
No era extraño que,
a causa del intenso trabajo, los ataques cardíacos se recrudecieran. Un día tuvo
fiebre y se desmayó durante la jornada de trabajo y sus compañeros tuvieron que
trasportarte a la enfermería del campamento. Nadie creía que estaba a punto de
morir, porque sus mejillas conservaban un color fresco y rojo y se encontraba
tan lleno de buen humor y amabilidad para con todos como de costumbre.
Tranquilamente, como había vivido cerró sus ojos para siempre a las nueve de la
noche del primero de Septiembre y despertó en la Eternidad: nadie lo había
notado. Compañeros católicos de la Silesia Alta le llevaron en un ataúd singular
al descanso eterno y pusieron sobre su sepulcro una modesta cruz en señal de
victoria sobre la muerte y la tierra. Y en la resurrección espera reunirse, y
esta vez para siempre, con su anciana y encorvada madre y con su hermana que se
encuentra en un campamento de refugiados. Una frase de Fuhrmann, con la que
exhortaba a sus compañeros de sufrimiento a la práctica de los ejercicios
religiosos,
era: "Quien ha estado en Rusia, ha expiado toda su culpa."
EL MARTIRIO DE LOS SACERDOTES DE SILESIA (Johannes Kaps)
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